En ese momento, por nuestro perfil y por las responsabilidades que tenía, esperabamos tener mayor dedicación para desempeñar las funciones propias del oficio.

En mi actividad de Jefe de Sistemas me correspondió liderar el inicio de esta área en una empresa industrial y comercial en la cual, después de menos de dos años de trabajo, se lograron con éxito los objetivos propuestos en ese período.
Por ello fui promovido a la Dirección de Producción de una de las líneas de negocio con una carga de trabajo importante, varias áreas y muchas personas a cargo y una gran responsabilidad.
Al iniciar el entendimiento con mi superior, un Gerente Industrial, me explicó mis responsabilidades y me entregó una lista de 30 tareas a realizar en la que había asuntos de diversa índole como nuevos productos, ensayos de materiales, capacitación, actualización de equipos y otras necesidades.
Hice todo lo posible para aprender a realizar el trabajo asignado y al mismo tiempo traté de llevar a cabo la lista de las actividades encomendadas por mi Jefe y en una semana logré evacuar solamente unas 4 tareas pero pensé que en un mes terminaría de realizar la lista mencionada.
No obstante, pese a los esfuerzos, en el siguiente mes logré con la ayuda mis subalternos realizar más de 20 de ellas pero no pude reducir la lista de las 30 tareas porque cada semana el Jefe me asignaba 5-6 nuevas actividades.
Lo mismo sucedió en el segundo mes y así avanzaba el tercero.
Durante ese lapso de tiempo, hablé con mi superior en varias oportunidades, le expliqué las responsabilidades que tenía, lo que estaba sucediendo con las tareas y el Jefe insistió en que las ejecutara rápidamente.
Después de dos meses, ya conocía el trabajo y no estaba de acuerdo en que me correspondiera realizar las numerosas tareas operativas que mi superior me asignaba pues mi función era coordinar un grupo de trabajo con muchas áreas y personas a cargo y además mantener las relaciones con los directivos, colegas y proveedores, entre otras actividades.
Así las cosas, le solicité más autonomía y le insistí en las conversaciones que cambiara esa política.
Le propuse además que yo podría coordinar la realización de las tareas con una persona de mis áreas a cargo y no lo aceptó.
Después consideré que era imposible llegar a un acuerdo con mi Jefe y por este motivo, antes de los tres meses de iniciar el nuevo trabajo, le dejé en claro a mi superior que no aceptaba la lista de las tareas y en una amistosa pero acalorada conversación, renuncié a la empresa.
Consideraciones
- En los variados estilos de liderazgo de los directivos que se observan en las organizaciones es frecuente encontrar subalternos que no se acomodan fácilmente a determinadas formas de mando de sus superiores.
Dependiendo del grupo de trabajo, de la experiencia, las competencias y las funciones asignadas a las personas a cargo, los jefes hacen un seguimiento detallado o le dan más autonomía a sus subalternos. - En ese momento, yo esperaba tener mayor autonomía y pensaba que el jefe lo que necesitaba no era un Gerente de Producción sino un subalterno operativo que le hiciera las tareas que le asignaba.
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Con los años, uno entiende que esta situación no tuvo ningún sentido pues al jefe no le importó lo sucedido.
- Él simplemente consiguió un reemplazo y uno, como subalterno, pierde el trabajo, se siente mal y debe salir a buscar otra actividad.